miércoles, 29 de junio de 2011

“Y sucedía que cuando alzaba Moisés su mano, Israel prevalecía; mas cuando él bajaba su mano, prevalecía Amalec” (Exo_17:11).


Israel combatía contra las fuerzas de Amalec. En la cumbre de un collado Moisés observaba el campo de batalla. La posición de la mano de Moisés significaba la diferencia entre la victoria y la derrota. Cuando levantaba la mano, hacía retroceder a Amalec; cuando la bajaba, Israel retrocedía.
La mano levantada de Moisés describe al Señor Jesús como nuestro Intercesor, “por nosotros Sus manos levantó en compasión y amor”. Por Su poderosa intercesión somos salvos hasta lo sumo. Pero hasta aquí el tipo encuentra cumplimiento, porque Su mano nunca baja. No necesita de ayuda exterior porque nunca se fatiga. Vive siempre para interceder por nosotros.
Hay otra manera en la que podemos aplicar este incidente, esto es, a nosotros, como guerreros de oración. La mano levantada describe nuestra intercesión fiel a favor de aquellos creyentes que están entregados a la guerra espiritual en los campos de misión del mundo. Cuando descuidamos el ministerio de la oración, el enemigo prevalece.
Un misionero y su grupo tuvieron que pasar una noche en una área infestada de bandoleros. Se encomendaron al cuidado del Señor, durmieron y a la mañana siguiente partieron. Meses más tarde, cuando el jefe de los bandidos fue herido y llevado a un hospital de la misión, reconoció al misionero. “Intentamos robarte esa noche en el campo abierto”, dijo, “pero tuvimos temor de tus veintisiete soldados”.
Más tarde, cuando el misionero relató todo esto en una carta a su iglesia, uno de los miembros dijo: “Tuvimos una reunión de oración esa misma noche y había veintisiete de nosotros”.

Cuando Dios nos mira allí,
En el lugar secreto de la oración clamando,
Entonces amaina la marea de la batalla,
La flama de la conquista arde,
Y el estandarte de la verdad ondea,
¡Los enemigos se escabullen y Satán se acobarda!
¡Entonces el lamento vacilante de temor 
Se convierte en resonante aclamación!
Llévanos, Señor, oh, llévanos allí,
Donde aprendamos el poder de la oración. 

Podemos ver algo más en este incidente. El Señor juró que tendría guerra con Amalec de generación en generación. Amalec es un tipo de la carne. El cristiano debe librar una batalla incesante contra la carne, y la oración es una de sus armas principales. Una vida constante de oración a menudo hace la diferencia entre la victoria y la derrota.