domingo, 9 de octubre de 2011

Pero yo soy un gusano y no hombre” – Salmo 22:6


¿“Pero yo soy un gusano y no hombre” – Salmo 22:6?


En el libro de Tehilim (Salmos 22:6 [7]) dice lo siguiente:

Pero yo soy un gusano y no hombre, los hombres se burlan de mí, el pueblo me desprecia.

La palabra hebrea para Gusano aquí es la palabra hebrea Tolát (תולעת). Este es un gusano del cual se extraía una tintura escarlata o carmesí.

El Diccionario Bíblico dice lo siguiente sobre la escarlata:

"Este color en la Biblia probablemente fue un tono rojo púrpura. En el Antiguo Testamento el término es generalmente una traducción de variaciones del hebreo "tolát shani" (Ex. 25:4; Nm, 4:8; etc.), "gusano escarlata", la fuente del tinte. El insecto a que se refiere es el Coccus ilicis, cuya hembra produce un huevo que contiene la sustancia roja. El colorante se obtenía de los cuerpos desecados de este insecto. Los árabes llaman quirmi al insecto del cual se deriva nuestra palabra "carmesí"."

Hasta aquí la cita.

¿Por qué se usa esta palabra? Porque el Mashíaj (Ungido) cuando estaba muriendo por los pecados del mundo estaba cubierto de sangre, y su color era como el de la tintura escarlata.

En español este gusano se conoce como la 'Cochinilla'.

miércoles, 27 de julio de 2011

descarga El Progreso del Peregrino la pelicula

Juan Bunyan, autor de El Progreso del Peregrino,nació el 30 de noviembre de 1628, en Elstow, Inglaterra. Era de oficio hojalatero. Por dos años sirvió de militar, durante la guerra civil de aquella época. Fue hombre tan blasfemo que en cierta ocasión una mujer de vida liviana protestaba que le hacía temblar al oírle, y que el era el más impío en eso de blasfemar que en su vida había visto, y que su conducta en este punto era lo suficiente para pervertir la juventud de toda la villa.


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Juan Bunyan, autor de El Progreso del Peregrino,nació el 30 de noviembre de 1628, en Elstow, Inglaterra. Era de oficio hojalatero. Por dos años sirvió de militar, durante la guerra civil de aquella época. Fue hombre tan blasfemo que en cierta ocasión una mujer de vida liviana protestaba que le hacía temblar al oírle, y que el era el más impío en eso de blasfemar que en su vida había visto, y que su conducta en este punto era lo suficiente para pervertir la juventud de toda la villa.


viernes, 8 de julio de 2011

Probando los Espiritus

“Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo” (1Jn_4:1).

Vivimos en una época cuando las sectas se multiplican con asombrosa rapidez. En realidad no hay nuevas sectas; son solamente variaciones de grupos heréticos que surgieron en los días del Nuevo Testamento. Es su variedad la que es nueva, no sus dogmas básicos.
Cuando Juan dice que debemos probar los espíritus, quiere darnos a entender que debemos probar a todos los maestros por medio de la Palabra de Dios, para que podamos detectar a aquellos que son falsos. Hay tres áreas fundamentales donde las sectas quedan al descubierto como falsificaciones. Ninguna secta puede pasar estas tres pruebas.

La mayoría de las sectas son fatalmente defectuosas en su enseñanza referente a la Biblia. No la aceptan como la inerrante Palabra de Dios, la revelación final de Dios al hombre. Igualan su autoridad con los escritos de sus propios líderes. Reclaman tener nuevas revelaciones del Señor y se jactan de esta “verdad nueva”. Publican su propia traducción de las Escrituras que tuerce y pervierte la verdad. Aceptan la voz de la tradición a la par con la Biblia. Manejan la Palabra de Dios fraudulentamente.
La mayoría de las sectas son heréticas en sus enseñanzas acerca de nuestro Señor. Niegan que es Dios, la Segunda Persona de la Santa Trinidad. Admiten que es el Hijo de Dios, pero con esto dan a entender algo menos que igualdad con Dios el Padre. A menudo niegan que Jesús es el Cristo, enseñando que el Cristo es una influencia divina que vino sobre el hombre Jesús. Con frecuencia niegan la verdadera humanidad impecable del Salvador.

Una tercera área en la que las sectas se condenan es en lo que enseñan tocante al camino de salvación. Niegan que la salvación es por gracia por medio de la fe en el Señor Jesucristo solamente. Cada una de ellas enseña otro evangelio, es decir, salvación por las buenas obras o buena conducta.
Cuando los propagadores de estas sectas llegan a nuestra puerta, ¿cuál debe ser nuestra respuesta? Juan no nos deja en duda: “no lo recibáis en casa, ni le saludéis. Porque el que le saluda, participa en sus malas obras” (2Jn_10:11 traducido de la Biblia parafraseada por Phillips).

miércoles, 6 de julio de 2011

LA VIGENCIA DE LOS APOSTOLES ¿QUE DICE LA BIBLIA?

¿Qué es un apóstol?
La palabra apóstol proviene del griego y significa “enviado”. En el contexto de las Sagradas Escrituras, la palabra apóstol es aplicada a aquellos hombres que fueron escogidos, enviados y comisionados directamente por Jesús para una función específica, cual es, predicar el evangelio de la gracia.
“Finalmente se apareció a los once mismos... Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura... Y el Señor, después que les habló, fue recibido arriba en el cielo, y se sentó a la diestra de Dios. Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que la seguían. Amén” Marcos 16: 14-28
Esta misión fue desarrollada por los apóstoles a partir del cumplimiento de la promesa hecha por el mismo Señor Jesucristo de que enviaría al Espíritu Santo que vendría a morar en ellos y en cada nuevo creyente, y ese hecho ocurrió en el día de Pentecostés

Como bien sabemos, los comisionados, antes de la llegada del Espíritu Santo, fueron solo once de los doce discípulos que Cristo escogió, porque el doceavo fue Judas Iscariote que lo traicionó y posteriormente se ahorcó.
Una vez que el Señor Jesucristo resucita y se les aparece durante cuarenta días, le da una clara instrucción:
“pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” Hechos 1: 8
¿Matías fue un apóstol de Jesucristo?
La ordenanza era esperar la llegada del Espíritu Santo para comenzar la comisión apostólica, en otras palabras, los apóstoles no debían hacer nada sino hasta que se cumpliese la promesa del Señor Jesucristo, la cual se hizo claramente visible el día de Pentecostés.
No obstante, y pese a que en un inicio todos estaban unánimes orando, algo ocurrió en las decisiones y claridad de los apóstoles, que los llevó a elegir al sucesor de Judas Iscariote.
“En aquellos días Pedro se levantó en medio de los hermanos (y los reunidos eran como ciento veinte en número), y dijo: Varones hermanos, era necesario que se cumpliese la Escritura en que el Espíritu Santo habló antes por boca de David acerca de Judas, que fue guía de los que prendieron a Jesús y era contado con nosotros, y tenía parte en este ministerio... Es necesario, pues, que de estos hombres que han estado juntos con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús entraba y salía entre nosotros, comenzando desde el bautismo de Juan hasta el día en que de entre nosotros fue recibido arriba, uno sea hecho testigo con nosotros, de su resurrección. Y señalaron a dos: a José, llamado Barsabás, que tenía por sobrenombre Justo, y a Matías.
Y orando, dijeron: Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, muestra cuál de estos dos has escogido, para que tome la parte de este ministerio y apostolado, de que cayó Judas por trasgresión, para irse a su propio lugar. Y les echaron suertes, y la suerte cayó sobre Matías; y fue contado con los once apóstoles” Hechos: 1: 15-26
Hay varias posturas que enseñan que la decisión de elegir al sucesor de Judas fue la correcta y dirigida por Dios, pero hay otras que señalan que Pedro y los demás hermanos se apresuraron en hacer algo antes de la llegada del Espíritu Santo.
Sin elevar una posición dogmática al respecto, es necesario considerar lo siguiente:

1. Los apóstoles fueron escogidos directamente por el Señor Jesucristo. Como veremos más adelante un requisito indiscutible para ser llamado apóstol, es haber visto y haber sido enviado directamente por el Señor Jesús. En el caso tratado, no fue así. Los apóstoles tomaron una decisión que solo le correspondía al Señor Jesucristo.

2. Los apóstoles señalaron a dos, a José (Barsabás justo) y a Matías. Esto revela aún más la poca claridad respecto a lo que estaban haciendo. La elección soberana de Dios jamás se manifiesta de este modo debido a que anulamos la proyección eterna que esta tiene. El apóstol que debía asumir como el número doce, estaba de antemano señalado por Dios y no por hombres.

3. Ante la indecisión de señalar al definitivo sucesor de Judas, los apóstoles acudieron a un método bastante típico entre los judíos. (Números . 33:54; 1 Samuel. 14:42; 1 Crónicas. 24:5), echaron suertes para la elección..
Sin embargo, la labor de escoger a un apóstol siempre fue una prerrogativa del Señor Jesucristo y no de los discípulos. Si bien, el método de echar suertes fue utilizado por el pueblo de Dios, el objetivo que motivó a los discípulos a practicarlo en ese momento, no estaba autorizado por el Señor. Lo que ellos debían esperar, era la llegada del Espíritu Santo.

4. La persona de Matías, el apóstol elegido mediante el método judío de echar suertes, jamás se aparece en la labor apostólica en los registros de las Sagradas Escrituras. Por otra parte, mas tarde con el aparecimiento de apóstol Pablo, cuyos relatos bíblicos y argumentos, sí lo validan como el apóstol doceavo escogido directamente por El Señor.
Imagen
El Apóstol Pablo
Las Escrituras confirman indiscutiblemente que Pablo fue un legítimo apóstol de Jesucristo., escogido directamente por Dios y no por hombres según el mismo lo presenta a los Gálatas:
“Pablo, apóstol (no de hombres ni por hombre, sino por Jesucristo y por Dios el Padre que lo resucitó de los muertos)” Gálatas 1:1
Algunas razones a considerar:

1. Casi todas las cartas de Pablo son encabezadas con un saludo apostólico “Pablo, apóstol, de Jesucristo...”.

2. Pablo reconoce que su apostolado lo recibió directamente por Jesucristo:
“Mas os hago saber, hermanos, que el evangelio anunciado por mí, no es según hombre; pues yo ni lo recibí ni lo aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo” Gálatas 1:11-12
3. Pablo reconoce que su apostolado proviene de la elección soberana desde antes de la fundación del mundo:
“Pero cuando agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre, y me llamó por su gracia, revelar a su Hijo en mí, para que yo le predicase entre los gentiles, no consulté en seguida con carne y sangre” Gálatas 1: 15-16
4. Pablo eleva sus derechos como apóstol de Jesucristo:
“¿No soy apóstol? ¿No soy libre? ¿No he visto a Jesús el Señor nuestro? ¿No sois vosotros mi obra en el Señor? Si para otros no soy apóstol, para vosotros ciertamente lo soy; porque el sello de mi apostolado sois vosotros en el Señor” 1 Corintios 9: 1-9
5. Pablo presentaba las credenciales de apóstol con señales, prodigios y milagros
“Con todo, las señales de apóstol han sido hechas entre vosotros en toda paciencia, por señales, prodigios y milagros” 2 Corintios 12:12
Estas, entre muchas otras razones, demuestran que Pablo fue un legítimo apóstol de Jesucristo. Escogido, llamado, comisionado directamente por el Señor y respaldado con las señales apostólicas. Este abundante argumento en comparación con la situación de Matías, nos debe permitir extraer la enseñanza definitiva a nuestra pregunta inicial: ¿Matías fue un apóstol de Jesucristo?

de lo contrario, debemos aceptar que hubo trece apóstoles, porque negar el apostolado de pablo, sería absurdo. En resumen los apóstoles fueron solo doce:
Pedro y Jacobo, Juan, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Jacobo hijo de Alfeo, Simón el Zelote y Judas hermano de Jacobo + Pablo (Saulo de tarso)
¿Existen apóstoles en la actualidad?
Para responder a esta pregunta es necesario analizar lo siguiente:
Como hemos visto hasta ahora, los requisitos de un apóstol son categóricos. El apóstol, debía ser comisionado directamente por el Señor Jesucristo en un encuentro real y tangible, además, el ministerio apostólico tenía señales distintivas que lo autorizaban como tal. Las señales, milagros y prodigios que los apóstoles mostraban en cada intervención y experiencia ministerial, no revestían fraude ni fenómenos de espectacularidad farandulera o extravagante. El poder que Cristo le legó a los apóstoles tuvo un solo propósito: confirmar el mensaje del evangelio. Veamos:
“Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que la seguían. Amén” Marcos 16: 20
Este pasaje proviene de un contexto que nos enseña que los apóstoles fueron comisionados directamente por el Señor Jesucristo. Además, y una vez que llega la promesa del Espíritu Santo, ellos son envestidos de poder de lo alto y predicaban en todas partes y “confirmaban” la Palabra con las señales de apóstol.
El período de confirmación fue la esencia del ministerio de los apóstoles. Ellos llevaban el bendito mensaje del evangelio de Cristo y lo garantizaban con las señales de confirmación. La carta a los Hebreos dice:
“¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual, habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron, testificando Dios juntamente con ellos, con señales y prodigios y diversos milagros y repartimientos del Espíritu Santo según su voluntad” Hebreos 2: 3-4
En este texto aparecen básicamente tres generaciones desde los inicios del ministerio de Cristo. En primer lugar aparece el Señor, en segundo lugar “los que oyeron” y en tercer lugar los que oyeron a “los que oyeron”.
En otras palabras, el orden señala a Cristo, los apóstoles y a los que oyeron a los apóstoles. Lo importante de este análisis, es que el ministerio de confirmación de la Palabra fue encargada a “los que oyeron”, es decir, a los apóstoles.
Ellos llevaban la Palabra y la confirmaban con “con señales y prodigios y diversos milagros y repartimientos del Espíritu Santo”, y la iglesia lo que hacía era perseverar en la enseñanza apostólica (Hechos 2:42).
Era necesario abordar este análisis debido a que en la actualidad hay muchos que se han autoproclamado “apóstoles” y es común ver que le han agregado apellido a su “apostolado”. Hoy se encuentran “apóstoles de la prosperidad”, “apóstoles de las comunicaciones” , “apóstoles de sanidades”, etc. etc.. Todo esto esta lejos de lo que la Escritura enseña. respecto a los apóstoles, su misión y el respaldo con las credenciales ( poder ) que solo Cristo entrega.
La Escritura enseña que fueron doce los apóstoles escogidos por el Señor Jesucristo para propagar y confirmar el evangelio por todas partes. Nosotros, recibimos la enseñanza apostólica y ya no necesitamos una segunda confirmación. Lo que fue confirmado una vez ( por los apóstoles ) no necesita una re confirmación.
Respecto a la pregunta que encabeza esta parte: ¿Existen apóstoles en la actualidad?, la respuesta es NO luego de considerar lo que la Biblia nos enseña.
Es cierto que hay muchos misioneros que son “enviados” por iglesias y cuyo propósito es evangelizar lugares remotos, fundar nuevas iglesias, levantar obras de avanzada, etc., y que alguien los pudiera catalogar de “apóstoles”, sin embargo, aquello no es un argumento como para autoproclamarse ni menos incorporarlos dentro del ministerio apostólico de los doce.

Lamentablemente, en la actualidad la apostasía también ha afectado los ministerios dentro de la iglesia. La antigua idea de distinguir al clero del laicado, herencia nicolaíta, ha llevado a algunos personeros vanidosos a estar desconformes con el solo título de hermano, y en sus razonamientos se ha encumbrado por sobre los demás auto proclamándose apóstoles, como si aquello fuera un grado dentro del escalafón o jerarquía eclesiástica. Todo esto no es más que una de las tantas facetas de las falsas enseñanzas y apostasía reinante dentro del pueblo de Dios.

Finalmente, es propicio y oportuno hacer un llamado a retornar a la sencillez en Cristo. La Biblia es clara y no amerita debate ni discusión respecto a que los apóstoles solo fueron los doce anteriormente señalados. Lo que debemos hacer es perseverar en la doctrina apostólica y someter nuestro intelecto e innovadoras ideas, a la voluntad de Dios escrita en Su Palabra, y alejarnos de toda esta oleada de vanidades, extravagancias y espectáculos actuales. Que así sea. Amén.

fuente: http://iglesiaapologetica.galeon.com/aficiones1786792.html

miércoles, 29 de junio de 2011

“Y sucedía que cuando alzaba Moisés su mano, Israel prevalecía; mas cuando él bajaba su mano, prevalecía Amalec” (Exo_17:11).


Israel combatía contra las fuerzas de Amalec. En la cumbre de un collado Moisés observaba el campo de batalla. La posición de la mano de Moisés significaba la diferencia entre la victoria y la derrota. Cuando levantaba la mano, hacía retroceder a Amalec; cuando la bajaba, Israel retrocedía.
La mano levantada de Moisés describe al Señor Jesús como nuestro Intercesor, “por nosotros Sus manos levantó en compasión y amor”. Por Su poderosa intercesión somos salvos hasta lo sumo. Pero hasta aquí el tipo encuentra cumplimiento, porque Su mano nunca baja. No necesita de ayuda exterior porque nunca se fatiga. Vive siempre para interceder por nosotros.
Hay otra manera en la que podemos aplicar este incidente, esto es, a nosotros, como guerreros de oración. La mano levantada describe nuestra intercesión fiel a favor de aquellos creyentes que están entregados a la guerra espiritual en los campos de misión del mundo. Cuando descuidamos el ministerio de la oración, el enemigo prevalece.
Un misionero y su grupo tuvieron que pasar una noche en una área infestada de bandoleros. Se encomendaron al cuidado del Señor, durmieron y a la mañana siguiente partieron. Meses más tarde, cuando el jefe de los bandidos fue herido y llevado a un hospital de la misión, reconoció al misionero. “Intentamos robarte esa noche en el campo abierto”, dijo, “pero tuvimos temor de tus veintisiete soldados”.
Más tarde, cuando el misionero relató todo esto en una carta a su iglesia, uno de los miembros dijo: “Tuvimos una reunión de oración esa misma noche y había veintisiete de nosotros”.

Cuando Dios nos mira allí,
En el lugar secreto de la oración clamando,
Entonces amaina la marea de la batalla,
La flama de la conquista arde,
Y el estandarte de la verdad ondea,
¡Los enemigos se escabullen y Satán se acobarda!
¡Entonces el lamento vacilante de temor 
Se convierte en resonante aclamación!
Llévanos, Señor, oh, llévanos allí,
Donde aprendamos el poder de la oración. 

Podemos ver algo más en este incidente. El Señor juró que tendría guerra con Amalec de generación en generación. Amalec es un tipo de la carne. El cristiano debe librar una batalla incesante contra la carne, y la oración es una de sus armas principales. Una vida constante de oración a menudo hace la diferencia entre la victoria y la derrota.

lunes, 16 de mayo de 2011

UNIDOS PARA QUE CREAN

“Para que todos sean uno; como tú oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste”
(Jua_17:21).

En Su oración como Sumo Sacerdote, nuestro Señor pidió dos veces que Su pueblo fuera uno (vv. 21-23). Esta oración por la unidad ha sido aprovechada como apoyo bíblico por el movimiento ecuménico: una gran unión organizada de todas las iglesias cristianas profesantes. Desafortunadamente, para lograr esta unidad ecuménica ha sido necesario abandonar o reinterpretar las doctrinas cristianas fundamentales. Como Malcolm Muggeridge escribió: “Una de las más grandes ironías de nuestro tiempo es que el ecumenismo haya triunfado sin que haya en él nada que sea realmente ecuménico; es muy probable que los diversos cuerpos religiosos encuentren fácil reunirse ahí porque al creer poco, difieren poco”.
¿Es por esta clase de unidad que el Señor Jesús oró en Juan 17? Creemos que no. él dijo que la unidad que tenía en mente resultaría en que el mundo creyese que Dios les había enviado. Es muy cuestionable que cualquier federación hecha por hombres sea capaz de producir este resultado.

El Señor definió esta unidad en estos términos: “como tú, oh Padre en mí y yo en ti, que también ellos sean unos en nosotros”. También dijo: “yo en ellos, y tu en mí, para que sean perfectos en unidad”. ¿Qué clase de unidad poseen el Padre y el Hijo que nosotros podemos compartir también? No se refería a Su deidad ya que ésta no la podremos compartir. Me permito sugerir que el Señor Jesús se refería a una unidad basada en una semejanza moral común. Oraba para que los creyentes pudieran ser uno, no en organización, sino exhibiendo a la vista del mundo el carácter de Dios y de Cristo. Esto significa vidas de justicia, santidad, gracia, amor, pureza, paciencia, dominio propio, humildad, gozo y generosidad. Ronald Sider sugiere en su libro Cristianos Ricos en una Era de Hambre que la unidad por la que Cristo oró se manifestó cuando los primeros cristianos compartían libremente entre sí todo lo que necesitaban. Tenían un verdadero espíritu de koinonía o comunidad. “La oración de Jesús en la que pedía que la unidad de Sus seguidores fuera tan sorprendente que convenciera al mundo de que el Padre lo había enviado fue contestada: ¡al menos una vez! Esto sucedió en la iglesia de Jerusalén. La incomparable calidad de vida como comunidad le dio poder a la predicación apostólica” (ver Hch 2:45-47; Hch_4:32-35).

Si en nuestros días resurgiera una unidad con estas características, impresionaríamos al mundo profundamente. Si los cristianos presentaran un testimonio unido en el que irradiara la vida del Señor Jesús, los inconversos serían convencidos de su pecaminosidad y tendrían sed del agua de vida. La tragedia que hoy presenciamos es que muchos cristianos difícilmente se distinguen de sus vecinos mundanos. Bajo tales circunstancias, hay poco aliciente para que los inconversos se conviertan.

martes, 26 de abril de 2011

Oíd, hijos, la enseñanza de un padre!!!

“Oíd, hijos, la enseñanza de un padre, y estad atentos, para que conozcáis cordura”
(Pro_4:1).

En los primeros cuatro versículos de Proverbios 4, Salomón describe cómo el buen consejo puede y debe ser transmitido de una generación a otra. Nos dice cómo su padre lo había instruido, y luego se dirige a su hijo recomendándole encarecidamente que ponga toda su atención a la buena enseñanza y la sana instrucción.
Es del todo aconsejable que los jóvenes estén siempre dispuestos a aprender de sus padres tanto como puedan acerca de los asuntos prácticos de la vida. En la esfera espiritual todo joven cristiano debería tener también un consejero espiritual, alguien de toda su confianza con quien pueda hablar con franqueza y libertad de cualquier tema, y que comparta con él la riqueza de su experiencia. Cuánto mejor si es el mismo padre quien lleva a cabo este papel. Pero si no, debe buscar a una persona así.

Los creyentes maduros y consagrados han acumulado una vasta cantidad de conocimientos prácticos. Sin duda han experimentado derrotas, pero han sacado de ellas lecciones valiosas y han aprendido como evitarlas la siguiente vez. Los cristianos más mayores pueden ver aspectos de un problema que los jóvenes podrían pasar por alto; han aprendido a ser equilibrados y a evitar extremos irrazonables.

Un joven sabio, como lo fue Timoteo, cultivará la amistad y el amor de un Pablo, tratando de recurrir a su sabiduría y conocimiento. Se guardará de muchas humillaciones y de cometer muchos errores si consulta a quien ha pasado por experiencias similares a las suyas. En vez de tratar a los ancianos con desprecio, honrará a los que han sabido pelear la batalla y han mantenido un buen testimonio. 

Por lo general, los santos de más edad no presionan a los jóvenes. Saben que ningún consejo es tan inoportuno como aquel que no es solicitado. Pero, cuando se les pregunta, siempre están dispuestos a compartir sus pensamientos penetrantes que serán de gran ayuda a lo largo del camino.

De modo que si un joven mantiene una dura lucha con la lascivia, o desea saber cómo encontrar la dirección de Dios, o quiere saber cómo criar una familia en el Señor, si se pregunta si Dios lo está llamando al campo de misión, si necesita ayuda para manejar sus finanzas, o desea una vida de oración más efectiva, sería sabio buscar la ayuda de un guía espiritual que pueda llevarlo a la luz de la Escritura para que lo alumbre en su problema particular. Bajo las canas hay a menudo un cúmulo de sabiduría que puede ser aprovechada. ¿Por qué aprender del modo más difícil cuando puedes beneficiarte de la visión y las experiencias de los demás?

lunes, 25 de abril de 2011

Solo un Soplo de Viento

Era un acto artístico impresionante. Siempre electrizaba al público porque recordaba la célebre hazaña de Guillermo Tell, el histórico arquero suizo. Lo realizaba Kurt Borer, suizo también, con su hijo Roger, de ocho años de edad.
 
En una feria de Basilea, Suiza, Kurt colocó a su hijo contra el tronco de un árbol. Luego puso la manzana sobre su cabeza y disparó la flecha tal como lo había hecho cientos de veces. Pero un repentino soplo de viento cambió el curso de la flecha, y ésta se clavó en la frente de su hijo.

No fue más que un soplo de viento. Un soplo repentino que fatalmente se levantó justo en el momento en que la flecha iba en vuelo. Y fue suficiente para provocar la tragedia. La policía suiza, que no tomó ninguna medida contra el padre, calificó el suceso «un trágico accidente».

Así suele ocurrir en la vida. Una causa muy pequeña puede provocar grandes efectos, tanto para bien como para mal. Algunos le llaman a esto «destino», y otros «suerte»; algunos lo atribuyen a su horóscopo, y otros aun a la «Divina Providencia».

Todas estas asignaciones son más o menos aceptables. El ser humano vive en un mundo de fuerzas ciegas, y los sucesos de la vida se entrelazan de tal manera que algo que ocurre en Francia puede repercutir en Chile. La decisión de un fanático tomada en la soledad de la noche puede provocar una guerra civil, y el curso de una flecha, en un espectáculo, puede ser alterado por un viento imprevisto.

¿Cómo hacer para vivir en calma en un mundo tan incierto y en medio de una humanidad donde tantas fuerzas violentas corren desbocadas? Aquí es donde aparece la fe en Cristo, Salvador, Pastor y Guardador.

El salmista de antaño, David, aprendió de esta fe en Dios, y vertió sus sentimientos en el Salmo 91. He aquí algunos de sus versos:

El que habita al abrigo del Altísimo
se acoge a la sombra del Todopoderoso.
Sólo él puede librarte de las trampas del cazador
y de mortíferas plagas...
No temerás el terror de la noche,
ni la flecha que vuela de día...

La fe en Cristo suaviza el dolor del infortunio: fe en su persona, fe en sus promesas, fe en el destino que nos ha trazado. Los que nos sometemos al señorío de Cristo sabemos que todo en nuestra vida ocurre según su divina voluntad. Y aunque no siempre comprendamos el porqué de los sucesos, sabemos que Él nunca se equivoca. Entreguémonos a Cristo. En Él siempre estaremos seguros.



Dios, te bendiga

viernes, 8 de abril de 2011

ME GUSTA CORRER RIESGOS

Helena y su esposo Manuel comenzaron felices su luna de miel. Se fueron a la costa de su país, Portugal. Para Helena, todo era el cumplimiento de una ilusión, la feliz conclusión de todo lo que deseaba. En medio de tal felicidad, Helena y Manuel entraron al mar a bucear.
 
Helena vio pasar un buque, y nadó debajo del agua hasta casi rozar el casco. Manuel le indicó por señas que se apartara del buque, pero la frase de ella siempre había sido: «Me gusta correr riesgos.» Acto seguido, Helena se hundió bajo la quilla del barco y nunca la hallaron. Tenía veinticinco años de edad.



Su noviazgo con Manuel había sido a la carrera. Y su explicación simplemente era: «Me gusta correr riesgos.» Se casó a los dos meses de haber conocido a Manuel. Al defender su impetuosidad, sólo decía: «Me gusta correr riesgos.» Así llevaba Helena su vida. Todo para ella era riesgos. Tarde o temprano tenía que ocurrirle alguna tragedia.
 
Es inevitable correr riesgos en esta vida. Algunos hasta sirven para el desarrollo del carácter y de la fe. Nunca arriesgar nada es nunca lograr nada. Pero hay una gran diferencia entre un riesgo y otro. Hay riesgos sanos, así como los hay inútiles. La vida sabia y saludable no está compuesta de azares, de accidentes, de pálpitos y de riesgos. A la vida sabia la rigen la inteligencia, la cordura y la sensatez.
 
Al mundo mismo lo gobiernan leyes lógicas, sabias y prudentes. Dios, Creador supremo, lo hizo todo con inteligencia, y lo supeditó a ciertas leyes. Desde las partículas atómicas más diminutas hasta el gran cosmos universal que no tiene límite, todo está gobernado por leyes definidas.
 
De igual forma, Dios no diseñó la vida nuestra para que cada día corramos riesgos. Virtudes morales, como la justicia y la integridad, mezcladas con cualidades mentales, como el entendimiento y la razón, deben ser las que nos guíen a través de esta vida. Y si a la sabiduría y a la moralidad añadimos virtudes espirituales, eso garantiza nuestra supervivencia.
 
Tal vez la mayor de éstas sea la fe. Cuando ejercitamos la fe —fe en el Señor Jesucristo, fe que nos une a nuestro Creador y nos hace actuar de acuerdo con sus leyes divinas—, nos produce protección, satisfacción y sosiego. No vivamos como esclavos a los riesgos. Sometámonos más bien a la voluntad de Dios. Con Él no hay riesgos sino seguridad. Entreguémonos al señorío de Cristo.

Dios, te bendiga

lunes, 31 de enero de 2011

“Del evangelio de la gloria de Cristo...” (2Co_4:4).

Nunca debemos olvidar que el evangelio es las buenas nuevas de la gloria de Cristo; concierne a Aquél que fue crucificado y sepultado. Pero ya no está más en la Cruz como tampoco yace en la Tumba. Ha resucitado, ha ascendido al cielo, y ahora es el Hombre glorificado que está a la diestra de Dios.
No le mostramos como el humilde Carpintero de Nazaret, el Siervo sufriente o el Extraño de Galilea. Tampoco lo representamos como el afeminado hacedor de buenas obras del arte religioso moderno.
Predicamos al Señor de la vida y la gloria. Aquél a quien Dios exaltó hasta lo sumo y le dio un Nombre que es sobre todo nombre. A Su Nombre toda rodilla se doblará y toda lengua le confesará como Señor para gloria de Dios el Padre. él está coronado de gloria y honor, como Príncipe y Salvador.
Con mucha frecuencia lo deshonramos con el mensaje que predicamos. Exaltamos al hombre con sus talentos y creamos la impresión de que Dios es muy afortunado al tenerlo a Su servicio, y que le hace un gran favor al confiar en él. ése no es el evangelio que los Apóstoles predicaron. Ellos dijeron, en efecto: “Vosotros sois los culpables asesinos del Señor Jesucristo. Vosotros lo apresasteis y con manos perversas lo clavasteis al madero. Pero Dios lo resucitó de los muertos y lo glorificó sentándolo a Su propia diestra en los cielos. El Señor vive hoy, en un cuerpo glorificado de carne y hueso. Su mano atravesada por el clavo empuña el cetro del dominio universal y regresará una vez más para juzgar al mundo con justicia. Y mientras hay tiempo, es mejor que os ARREPINTÁIS y os volváis a él con FE. No hay otro camino de salvación. No hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”.

¡Oh, que tengamos una fresca visión del Hombre de Gloria! ¡Y una lengua que confiese las muchas glorias que coronan sus sienes! Ciertamente entonces, como en Pentecostés, los pecadores temblarán ante él y clamarán: “¿Varones hermanos, qué haremos?”