jueves, 18 de noviembre de 2010

que nadie estropee tu fe!!!

“Tened cuidado, que nadie estropee vuestra fe con intelectualismo o locuras grandilocuentes. ¡éstas están fundadas en las ideas que tienen los hombres acerca de la naturaleza del mundo y no toman en cuenta a Cristo!” (Col_2:8 parafraseado por Phillips).

La palabra griega que Phillips traduce como “intelectualismo” es la misma de la que proviene la palabra “filosofía”. Básicamente significa amor por la sabiduría, pero más tarde adquirió otro significado, es decir, la búsqueda de la realidad y el propósito de la vida.

La mayoría de los filósofos se expresan en un lenguaje complicado y grandilocuente. Sus palabras, incomprensibles para una persona normal; apelan a aquellos que les gusta emplear su poder intelectual para revestir las especulaciones humanas con palabras difíciles de entender.
Francamente, las filosofías humanas no sirven de mucho. Phillips se refiere a ellas como “intelectualismo y locuras grandilocuentes”. Están basadas en las ideas que tienen los hombres acerca de la naturaleza de las cosas, y ellos no hacen caso de Cristo. Se cita al famoso filósofo Bertrand Russell, que decía al final de su vida: “La filosofía ha demostrado ser un fracaso para mí”.
Al cristiano sabio no se le puede engañar con las locuras grandilocuentes del seudo intelectualismo de este mundo. Se niega a inclinarse ante al altar de la sabiduría humana. Por el contrario, sabe bien que todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento se encuentran en Cristo. Así que, pone a prueba todas las filosofías humanas por medio de la Palabra de Dios y como resultado, las rechaza porque ve que se oponen a las Escrituras.

No cambia de parecer cuando los filósofos salen en primera plana con algún nuevo ataque contra la fe cristiana. Es suficientemente maduro para juzgar y percatarse de que no puede esperar nada mejor de ellos.
No se siente inferior por no poder conversar con los filósofos utilizando palabras de muchas sílabas o seguirles en sus razonamientos complicados. Se siente desconfiado ante la incapacidad de ellos para dar a conocer su mensaje con sencillez y se regocija de que el evangelio puede entenderlo el hombre común, por ignorante que éste sea.

Detecta en los filósofos la trampa de la serpiente: “...seréis como dioses” (Gen_3:5). El hombre es tentado a exaltar su mente y sus poderes intelectuales por encima de la mente de Dios. Pero el cristiano sabio rechaza la mentira del diablo. Derriba argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios (2Co_10:5).

jueves, 4 de noviembre de 2010

“El mayor de ellos es el amor”
(1Co_13:13).

El amor es el poder conquistador en un mundo de odio, contiendas y egoísmo. Puede hacer lo que ninguna otra virtud puede lograr; en ese sentido es la reina de las gracias. El amor devuelve los improperios con bondades y ora pidiendo misericordia por sus verdugos. Actúa desinteresadamente cuando todos los de su alrededor vociferan por sus derechos. Da hasta que no puede dar más.

Un hindú guiaba a su elefante por la calle, aguijoneándole continuamente para que aumentara la velocidad. Repentinamente la aguijada de metal resbaló de su mano y cayó con fuerte estruendo sobre el suelo. El elefante, dando media vuelta, levantó la aguijada con su trompa y la devolvió a su amo. El amor es así.
En una de las fábulas de Esopo, había una contienda entre el sol y el viento acerca de quién podría hacer que un hombre se quitara el abrigo. El viento sopló furiosamente, pero cuanto más soplaba, el hombre más se apretaba el abrigo. Entonces el sol echó sus rayos sobre aquel hombre, y éste se quitó el abrigo. Lo hizo cambiar de parecer por medio del calor. El amor es así.
Sir Walter Scott arrojó una vez una piedra a un perro callejero, con tal fuerza y precisión que le rompió una pata. Mientras Scott miraba con remordimiento, el perro cojeó hasta él y lamió la mano que había arrojado la piedra. El amor es así.

Stanton lanzaba amargas invectivas contra Lincoln llamándole “patán vulgar y zorro” y “el gorila original”. Decía que había que estar loco para ir a Africa a buscar un gorila, cuando había uno en Springfield. Lincoln volvió la otra mejilla. De hecho, más tarde designó a Stanton como Ministro de Guerra, insistiendo en que era el hombre más calificado para el trabajo. Cuando Lincoln fue asesinado, Stanton permaneció al lado del cuerpo sin vida, llorando abiertamente y diciendo: “Aquí yace el gobernante más grande que el mundo haya visto jamás”. Lincoln le había conquistado volviendo la otra mejilla. El amor es así.
E. Stanley Jones escribió: “Al volver la otra mejilla desarmas a tu enemigo. Te golpea en la mejilla y tú, con tu audacia moral, al volverle la otra mejilla, le golpeas en el corazón. La enemistad se disuelve y tu enemigo deja de ser. Te deshaces de tu enemigo al deshacerte de su enemistad... El mundo está a los pies del Hombre que tenía poder para devolver el golpe, pero que tuvo poder para no devolverlo. Eso es poder, el máximo poder”.

Algunas veces puede parecer que se consigue más hablando con palabras ásperas, devolviendo ojo por ojo y defendiendo los propios derechos. Estos métodos tienen cierta cantidad de poder. Pero el balance del poder está del lado del amor porque, en lugar de profundizar la hostilidad, el amor transforma a los enemigos en amigos.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

los cristianos y sus familias no cristianas

“Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho contigo, y cómo ha tenido misericordia de ti” (Mar_5:19).

En el momento cuando nos convertimos, pensamos que es tan simple y maravilloso que cuando se lo contemos a todos nuestros parientes, desearán entregarse al Salvador. En vez de esto, en algunos casos encontramos que están resentidos, recelosos y hostiles. Actúan como si hubieran sido traicionados. Encontrándonos en esta atmósfera, a menudo respondemos de tal manera que somos un estorbo para que crean en Cristo. Algunas veces les devolvemos el golpe para luego volvernos distantes, melancólicos e introvertidos. Los criticamos por su estilo de vida no cristiano, olvidando que no tienen el poder divino necesario para hacer frente a las normas cristianas. Es fácil bajo tales circunstancias dar la impresión de que nos consideramos superiores a ellos. Ya que es probable que nos acusen de una actitud de “soy más santo que tú”, debemos evitar cuidadosamente darles algún motivo para que piensen así.

Otro error que a menudo cometemos es hacerles tragar por la fuerza el evangelio. En nuestro amor por ellos y celo por sus almas, empleamos un modo ofensivo de evangelización que provoca su alejamiento de nosotros.
Una cosa lleva a la otra. No mostramos sumisión amorosa a nuestros padres porque no entendemos que nuestra fe cristiana no nos libera de la obligación de obedecerles. Después nos ausentamos con más frecuencia del hogar pasando el tiempo en los cultos de la iglesia y con otros cristianos. Esto a su vez aumenta su resentimiento contra la iglesia y los cristianos. Cuando Jesús sanó al poseído por los demonios, le dijo que volviera a su hogar y contara a sus amigos cuán grandes cosas había hecho el Señor por él. Lo primero que debemos hacer es: dar un testimonio sencillo, humilde y amoroso de nuestra conversión.
Esto debe ir acompañado por el testimonio de una vida cambiada. Nuestra luz debe brillar delante de ellos para que puedan ver nuestras obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo (Mat_5:16).

Eso nos llevará a mostrar a nuestros padres una nueva sumisión, amor, respeto y honra, tomando en cuenta sus consejos a menos que éstos contradigan la Escritura. Debemos ser mas aplicados en el hogar de lo que fuimos antes, limpiando nuestra habitación, fregando platos, sacando la basura, y todo sin que nos lo pidan.
Esto significará aceptar las críticas con paciencia sin tomar represalias. Quedarán agradablemente sorprendidos por nuestro espíritu quebrantado, especialmente si no lo han visto antes. Con pequeñas muestras de bondad podemos romper la oposición: cartas de agradecimiento, llamadas telefónicas y regalos. En vez de aislarnos de nuestros padres, debemos pasar tiempo con ellos en un esfuerzo por fortalecer las relaciones. Entonces se sentirán más inclinados a aceptar una invitación para asistir a una reunión de la iglesia con nosotros, y quizás con tiempo a comprometerse con el Señor Jesucristo.

martes, 2 de noviembre de 2010

EL MENSAJE DE HOY ES "SI"
 
 
Su mundo fue un mundo de silencio. Desde el vientre materno estuvo privada del oído. Nació sorda, y vivió sin poder tampoco aprender a hablar. Los sonidos para ella no existían. Desde muy pequeña su único lenguaje era el de los signos. Así Sandra Smith, de Sudáfrica, vivió sin oír y sin hablar.
 
Un día el amor llamó a su puerta. Sandra se enamoró de Kenneth Conrad, 

compañero de estudios en la universidad. Como soñaba con el día en que Kenneth le propondría matrimonio, mentalmente ensayó decir con la voz y con los labios: «Sí.» El día llegó. Kenneth, arrodillado, le preguntó por señas: «¿Quieres casarte conmigo?» Y Sandra, por primera vez en su vida al oído de otro, aunque no podía oírlo ella misma, pronunció un sonoro «sí».
 
Esta no es sólo una historia de romance. Es también una historia de tesón, de determinación, de esperanza, de fe. Es una historia del mágico poder que tiene el amor. Sandra, joven universitaria de veinte años de edad, sabía que era sordomuda. Pero se preparó mentalmente para el día en que pronunciaría, cuando menos, una sola palabra. Y cuando el hombre de sus sueños le propuso matrimonio, rompió el silencio de veinte años y habló para decir: «Sí».
 

Decir «sí» o «no» puede cambiar el destino completo de una persona. Si un joven le dice «no» a la primera invitación que se le hace a probar cocaína, y sigue diciendo firmemente «no» a toda otra invitación posterior, se librará del funesto vicio.
 
Si una adolescente aprende a decir «no» a cualquier requerimiento malsano que le hace el joven, se librará de la pérdida de la pureza y del embarazo fuera del matrimonio. El «sí» y el «no» pueden tener enormes repercusiones. El poder de un «no» puede salvarle la vida.
 
Hay otro «sí» y otro «no» que tienen consecuencias eternas. Son el «sí» o el «no» con que respondemos a la invitación divina. La invitación es esta: «Dame, hijo mío, tu corazón y no pierdas de vista mis caminos» (Proverbios 23:26). Responder con un «no» es negarnos eternamente la paz que Dios nos quiere dar. En cambio, responder con un «sí» es encontrar la razón de nuestra existencia, es encontrar la verdadera felicidad, es encontrar a Dios. Respondamos con un «sí» a la invitación divina. Es nuestra única salvación.